En esta obra se estudian dos características de Cuernavaca: las urbanizaciones cerradas (fragmentos, condominios y calles) y las barrancas urbanas, las cuales le confieren una geografía particular, a modo de trozos o islas urbanas. Pero no solo se trata de lo visual; su funcionalidad también se ve afectada cuando se privilegian áreas pequeñas y se descuidan grandes zonas. Se confortan así espacios ganadores y perdedores, lo que resulta en un patrón diferenciado de ocupación.
La morfología urbana se relaciona íntimamente con el uso residencial del suelo, el cual ha cambiado de un tejido tradicional a uno de patrones arquitectónicos novedosos, cada vez más homogéneos, de urbanizaciones cerradas.